Joel Atilio, entre la rabia y la ternura

Quienes lo conocieron en la complejidad de su carácter, saben que el título que acompaña estas palabras —tomado prestado del cantor venezolano Alí Primera—, es quizás lo que mejor definiría a Joel Atilio Cazal; ser humano y militante por la revolución que partió de este mundo de injusticias y esperanzas a las tres de la madrugada de un 27 de enero de 2010.

Joel Atilio fue un hombre que, sin temor a equivocarnos, se hizo solo. Desde la temprana juventud en su Paraguay natal, mostró la energía rebelde de quien —a mediados del siglo pasado y dentro de una sociedad patriarcal— nunca conoció a su padre biológico, pero que contó con la suerte de ser guiado correctamente por amorosos parientes.

Su militancia política empezó en la juventud comunista de Paraguay cuando se encontraba bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, régimen tiránico que se fraguó tras un golpe de Estado el 15 de agosto de 1954. A la edad de dieciocho años, Joel Atilio se alista al servicio militar donde estudió medicina de guerra, con el único propósito de prepararse para una futura lucha guerrillera contra la dictadura.  

En Buenos Aires junto al padre Hernán Benítez, confesor de Evita Perón

Bajo el seudónimo de “Félix”, ya dentro de la clandestinidad, logró salir airoso de muchos allanamientos y persecuciones policiales, hasta que se le hizo imposible seguir su lucha y no tuvo más remedio que pedir asilo político en la embajada de Uruguay en Asunción, la capital. Fue en ese momento cuando la policía política de la dictadura se enteró de que “Félix”, aquel que tanto buscaban, era Joel Atilio Cazal, el vendedor de un reconocido laboratorio médico, esposo de una empleada de una tienda por departamentos y padre de dos hijos.

Ya radicado en Uruguay realizó varios operativos clandestinos para seguir la lucha en su país de origen, hasta que creyó que era más honesto apartarse por respeto a sus compañeros de lucha que se quedaron: “No se puede hacer la revolución a mil kilómetros de distancia”, llegó a sentenciar. Fue entonces que empezó su militancia política en Uruguay, país que estaba dando los primeros indicios de que iba a pasar a ser una dictadura más dentro del represivo Plan Cóndor dirigido por EE.UU. en Suramérica.

Campaña para la presidencia en el año 1992. Asunción, Paraguay.

Los cinco años que duró su exilio en Uruguay, crearon en él una fuerte hermandad con ese pequeño país del sur. Su militancia junto a compañeros anarquistas venidos del marxismo y marxistas venidos del anarquismo, le dieron al “Paragua” —como también se le conocía en la clandestinidad— una visión más amplia y más humana de lo que representa la verdadera lucha contra el enemigo común: el imperialismo norteamericano. Militó en el Sindicato Médico de Montevideo hasta que fue delatado por alguien que sospechaba de él como militante de izquierda. Ya preso y torturado durante cuatro días continuos por la policía política uruguaya, es trasladado de urgencia al Hospital Militar para salvarle la vida y seguir torturándolo. En el mes de julio de 1975 se escapa y se asila en la Embajada de Venezuela. Dos meses después, llega a Caracas, el 10 de septiembre. Tenía 34 años de edad.

En Santa Clara, Cuba. Memorial del Comandante Che Guevara

Una vida de casi sesenta y nueve años de lucha que nos legó el «Paragua» es difícil resumirla en una corta semblanza, más aun cuando la escribe un hijo que llegó a ser su compañero en muchas de sus andanzas editoriales y propagandísticas. Entre la rabia y la ternura se hizo Joel Atilio, entre la rabia y la ternura —junto a Blanca Tania, su esposa— formó una familia y dirigió una revista llamada “Ko’eyú Latinoamericano”. Entre la rabia y la ternura hizo muchos y queridos compañeros.

No te has ido, viejo.

Compártelo: