Rescate del buque Negra Matea sepultó al paro petrolero del 2002

La derecha venezolana siempre ha jugado al caos para intentar gestar un golpe de Estado, sin importar los daños que ello conlleve al pueblo. Así sucedía durante el paro petrolero del 2002, cuando este sector, alentado por el imperio, apostó a paralizar la industria de hidrocarburos, principal fuente de ingresos de los venezolanos, con la intención de deponer al comandante Hugo Chávez y derrotar a la Revolución Bolivariana.

La estrategia había comenzado el 2 de diciembre y, aunque los grandes medios proyectaban que los ideólogos del paro (Fedecámaras, la antigua nómina de Petróleos de Venezuela, PDVSA; y la Confederación de Trabajadores de Venezuela, CTV) contaban con un enorme apoyo, la verdad distaba mucho de ello.

Uno de los enclaves importantes a paralizar por la fuerza fueron los buques de Marina PDV (una filial de PDVSA) que se encargaba de la movilización de componentes importantes para el normal funcionamiento del país, como diésel, gasolina y otros.

Así, lograron secuestrar y parar el 5 de ese mes en la Vereda del Lago de Maracaibo, en Zulia, al entonces buque Pilín León, con 44 millones de litros de gasolina y diésel, lo que se consideró como una bomba de tiempo.

El autor fue el capitán Daniel Alfaro Faundes, quien se sumó al paro y buscaba paralizar el tráfico de las demás embarcaciones que transportaban estos vitales recursos. Los golpsitas querían, con este nudo, paralizar aun más el país y causar fuertes apagones, ya que las plantas termoeléctrica dependían de estos carburantes.

Fue el 21 de diciembre, tras 16 días de fuerte tensión, que el capitán Carlos López Peña, junto a una tripulación de patriotas, decidió poner fin al anclaje del Pilín León y mover la embarcación para llevar a su destino el combustible.

“Tuvimos que embarcarnos con medida de fuerza, acompañados por militares de la Guardia Costera de Maracaibo -un general y ocho soldados-. En el Pilín León se veía a leguas que paz no había. Una vez que entramos al barco, nosotros (la tripulación) fuimos declarados personas inhabilitadas para navegar por el propio capitán del buque y una comisión de notarios y ayudantes”, expresó López en 2014 a la Agencia Venezolanas de Noticias, recordando la mañana de aquel 21 de diciembre de 2002.

Una vez en la embarcación “ya sabíamos que estábamos peleando contra el monstruo que habían creado los medios de comunicación“, añadió.

A las 6:30 de la tarde, el supertanquero llegó a Bajo Grande, en donde fue recibido por Chávez, quien rebautizó al barco con el nombre de “Negra Matea”, en honor a la primera maestra del Libertador Simón Bolívar.

“Él (Chávez) ya sabía que este había sido el fin del sabotaje petrolero. Ahí murió lo que fue el paro y comenzó una nueva era petrolera y los venezolanos comenzaron a ver esa concentración de mentiras mediáticas que existía. Esto fue inolvidable para nosotros”, contó López.

Y ciertamente, una vez más el líder bolivariano tuvo razón. Aquella gesta sepultó al paro, que la derecha intentaba mantener vivo y del que nunca se responsabilizó. Este plan le costó al país cerca de 14 mil millones de dólares en pérdidas.

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