Japón pone en peligro millones de vidas al verter al océano agua radiactiva

El pueblo de Japón, y de los países que habitan en el Pacífico, han conocido de primera mano, y durante décadas, los graves daños que ocasiona la radioactividad, tanto en los seres humanos como en los animales.

La nación nipona fue víctima de dos bombas atómicas en 1945 por parte de Estados Unidos (EEUU). De igual forma, las islas del Pacífico – que albergan numerosos pueblos autóctonos y un enorme ecosistema marino- han padecido de las peligrosas consecuencias de la radiación ionizante, generada por las pruebas de detonaciones por parte de países como Francia y Reino Unido.

A la radiación existente en la zona, que tarda cientos de años en decaer, se sumó en 2011 la lanzada por la central nuclear de Fukushima, luego de un fuerte terremoto y tsunami que dañó a 4 de sus 6 reactores. Las consecuencias directas del desastre provocaron la muerte a 20.000 personas y ocasionó una catástrofe radioactiva peor que la de Chernobyl de 1986. Las autoridades tuvieron que evacuar a 150.000 personas en un radio de 20 kilómetros de la central.

Aunque han pasado 12 años, la tragedia aun no ve fin. En 2021, el gobierno de Japón, en complicidad con EEUU y la Organización Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas, anunció que pretende lanzar 1.3 millones de toneladas de aguas residuales nucleares al Pacífico, plan que comenzó a ejecutarse el pasado 7 de julio y que pone en riesgo el futuro de millones de personas y de una vasta fauna marina, espacio acuático compartido con otros países de América. El plan ha generado un fuerte rechazo tanto del pueblo japones, como de otras partes del mundo. A ellos se han sumado organizaciones pro ambientales y gobiernos vecinos como el de China.

Por su parte, Japón y la empresa gestora de la central – Tokyo Electric Power Company (TEPCO)- han admitido que las aguas contenían originalmente los isótopos radioactivos estroncio-90 y cesio-137, patógenos que, según dicen, ya han sido eliminados. No obstante sigue presente en el líquido el tritio, que en pequeñas cantidades no representa peligro alguno para la salud, sin embargo se trata de 1.3 millones de tonaladas de agua a verter sobre el océano, el equivalente a 500 piscinas olímpicas.

“El elemento tritio, a bajas dosis, no causa daños sobre la salud en el ser humano. Sin embargo, los altos umbrales de dosis y la exposición prolongada pudiera causar complicaciones orgánicas irreversibles. Si este radioisótopo es depositado en biomas, los responsables a cargo de su eliminación deben asegurar que las cantidades sean mínimas, de esta forma se garantiza que la biodiversidad no se vea afectada”, explica a Koeyú Omar Hernández, médico y experto venezolano en medicina nuclear.

El investigador alerta que “la radiacion ionizante puede causar mutaciones en el ADN, alterar el funcionamiento de tejidos y órganos, y causar otros problemas de salud que pueden desencadenar distintos tipos de cáncer y, posiblemente la muerte. Los efectos son directamamente proporcional a la dosis de exposición, y está relacionado con los efectos estocásticos o probabilísticos, que puede definirse como una probabilidad de que ocurra una de estas complicaciones”.

En 2011, luego del tsunami que causó dos olas de 15 metros, las autoridades y expertos comenzaron a emplear agua del mar para enfriar el combustible derretido. Durante 12 años se han acumulado en el parque de la central las 1.3 millones de toneladas del recurso contaminado, lo que ha causado un casi colapso en el par que de almacenamiento, por lo que Tokio lamenta y dice que “no hay más remedio que verterlas de nuevo al mar”. El gobierno nipón añade que la idea es devolver el agua “segura” en un lapso que abarca 30 años, aunque varios expertos alegan que podría tratarse de más debido a que el ciclo no ha parado, explican varios medios.

Posturas a favor de la vida

Entre los principales opositores a este golpe ecológico, que puede causar a genocidio lento y silencioso, está China. Desde que se conoció la pretensión de Japón, en 2021, Beijing ha sido frontal y pidió en numerosas oportunidades a la nación nipona detener el vertido. En respuesta, el gobierno chino impuso, en 2011, una prohibición a la importación de productos marinos provenientes de Fukushima, medida que ahora se extendió a las 47 prefecturas que componen a Japón.

En un comunicado, citado por EFE, el Ministerio chino de Asuntos Exteriores reclamó en 2021 a Tokio que desista del vertido y señaló a su vecino de “actuar de forma completamente arbitraria” a la hora de “forzar un plan que ha levantado múltiples preocupaciones en la comunidad internacional”.

Japón insiste en explicar que el agua, antes de ser devuelta al mar, se filtra en unos circuitos llamados ALPS (Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos) que logran retirar 62 tipos de materiales radiactivos – entre ellos el estroncio-90 y cesio-137 -, a excepción del tritio y del carbono-14, elementos que son patógenos en una larga exposición como se explicó anteriormente.

El opositor al gobierno de Corea del Sur – otro de los países que es cómplice en el vertedero-, el legislador Lee Jae-myung también se manifestó en contra y dijo: “Si el agua es suficientemente segura para beber, deberían (los japoneses) utilizarla como agua potable”.

En esta misma línea se han manifestado varios investigadores estadounidenses, uno de los países afectados, y cuyo gobierno es cómplice al apoyar la medida y desmarcarse de las pequeñas empresas pesqueras que verán posiblemente amenazados sus ingresos.

“Se trata de un acontecimiento transfronterizo y transgeneracional”, afirma Robert Richmond, director del Laboratorio Marino Kewalo de la Universidad de Hawái y asesor científico del Foro de las Islas del Pacífico sobre el plan de vertido, citado por National Geographic. “Todo lo que se libere en el océano frente a Fukushima no se va a quedar en un solo lugar”, agregó el experto. Richmond recordó que seis meses después del sismo de 2011 en las costas de su país se estudiaron varios peces provenientes de las costas japonesas, y se determinó que estos contenían isótopos radioactivos de Fukushima.

El académico, explica además, que los organismos flotantes libres de fitoplancton – que son la base de la cadena alimentaria para toda la vida marina- pueden capturar radionucleidos del agua de refrigeración de Fukushima. Al ser ingeridos, esos isótopos pueden “acumularse en diversos invertebrados, peces, mamíferos marinos y seres humanos”.

La preocupación también está presente en América Latina, en especial en Ecuador, uno de los países que comparte sus costas con el Pacífico y que alberga una única diversidad en flora y fauna en las islas Galápagos, Reserva Mundial de la Biosfera.

La ciudad ecuatoriana de Manta, provincia de Manabí, es conocida por ser un centro mundial de pesca, especialmente de atún. En esta localidad, que tiene su costa frente al Pacífico, vive un grupo importante de pescadores artesanales que ven amenazado su sustento.

“Son aguas contaminadas con radioactividad, y esto puede afectar no solamente a la producción, sino a la genética que tienen los peces en el océano. Creo que ya deberíamos todos los gobiernos y el mundo globalmente pronunciarse ya que esto es una preocupación, que puede traer consecuencias nefastas para la economía y para nosotros como pescadores”, destacó Jhon Vera, presidente de la Asociación de Pescadores Tarqui de Manta, citado por CGTN.

“No se trata de Galápagos, no se trata de una región, se trata del mundo por su conectividad. Aunque digan que (las aguas) están tratadas hay ciertos elementos que ellos mismo reconocen que no”, añadió por su parte el representante del Frente Insular de la Reserva Marina de Galápagos, Alberto Andrade.

Los isótopos radiactivos tardan años en convertirse en inofensivos. Durante todo ese tiempo, estos elementos se esparcirán entre las especies que habitan por todo este extenso océano, el más grande del mundo, ya que abarca 165,2 millones km². Los responsables – Japón y EEUU- han conseguido otros cómplices en la Unión Europea de donde no se ha pronunciado una voz fuerte que denuncie este genocidio. El escenario fuese distinto si se tratase de algún “enemigo” estratégico de estos ejes de poder.

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