Sentencian a asesinos de Víctor Jara después de medio siglo

Luego de 50 años, la Corte Suprema de Chile dictó sentencia definitiva esta semana a 7 exmilitares por el secuestro y asesinato del cantautor Víctor Jara, uno de los miles de crímenes de lesa humanidad que se cometieron durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), régimen apoyado por Estados Unidos.

Con un fallo unánime, el tribunal sentenció a 25 años de prisión efectiva a los exmilitares Hernán Carlos Chacón Soto, Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Haase Quintana, Ernesto Bethke Wulf y Juan Jara Quintana por los delitos de homicidio y secuestro calificado contra el artista y el exdirector de prisiones del gobierno de Salvador Allende (1970-1973), Littré Quiroga.

A las condenas se suma la de Rolando Melo Silva, quien fue sentenciado a ocho años de cárcel por encubrimiento.

El tribunal aseguró que “los hechos reseñados (…) son reales, desde que ocurrieron en determinado lugar y tiempo y están probados, acreditados legalmente a través de los medios probatorios”.

Jara fue injustamente detenido y enviado al Estadio Chile, convertido por el régimen en campo de concentración, el 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe contra el presidente socialista. Al artista, quien era una voz subversiva contra el capitalismo e imperialismo, miembro del Partido Comunista y fiel seguidor de la coalición de Unidad Popular (UP), le propinaron más de 50 fracturas y 44 disparos.

Junto al cantante – y otros 5.000 simpatizantes de Allende-, también detuvieron a Quiroga, asesinado por los hoy culpables en condiciones similares a las de Jara. Los cuerpos fueron encontrados el 16 de septiembre en los alrededores del Cementerio Metropolitano, por lugareños.

En 2018, el Poder Judicial ya había sentenciado a prisión a Jofre González, Dimter Bianchi, Haase Mazzei, Bathek Wulf, Jara Quintana, Chacón Soto y a los exmilitares Patricio Vásquez y a Hugo Sánchez por estos crímenes. Aun falta por investigar a Pedro Pablo Barrientos, exefectivo también, quien huyo a EEUU en 1989. Bajo mentiras, obtuvo una ciudadanía como forma de proteccion, de la que recién fue despojado lo que abre la posibilidad de una extradición a Chile.

“Él siempre sonreía”

El 11 de septiembre de 1973, Jara escuchó desde su casa las últimas palabras del presidente Salvador Allende, emitidas desde La Moneda – sede de gobierno- en pleno bombardeo.

El también profesor de teatro tomó su guitarra y se fue a la entonces Universidad Técnica del Estado (ahora Universidad de Santiago de Chile), a participar, junto a varios alumnos, en una quedada como forma de resistencia en contra del recién instaurado régimen.

Al día siguiente, militares asediaron e irrumpieron en el sitio, y obligaron a todos los presentes, cerca de 1.000 personas, a echarse en el piso. Los efectivos llevaron por la fuerza a los detenidos al Estadio Nacional. Justo antes de entrar al recinto, en plena fila, Jara fue reconocido por un militar, quien gritó: “a este hijo de puta me lo traen para acá”. El uniformado le propinó un brutal golpe que lo tumbó al piso. “Lo golpeaba, lo golpeaba, una y otra vez. En el cuerpo, en la cabeza, descargando con furia las patadas. Casi le estalla un ojo. Nunca olvidaré el ruido de esa bota en las costillas. Víctor sonreía. Él siempre sonreía, tenía un rostro sonriente y eso descomponía más al facho. De repente, el oficial desenfundó su pistola. Pensé que lo iba a matar pero siguió golpeándolo con el cañón del arma. Le rompió la cabeza y el rostro, que quedó cubierto por la sangre que bajaba desde su frente”, recordó uno de los detenidos testigo, Boris Navia, citado por Telesur.

Los militares presentaron a Jara como un trofeo. Esa noche lo interrogaron, torturaron y encarcelaron sin agua y alimentos.

Según cuentan sobrevivientes y testigos, Jara se encontraba muy malherido por las torturas. En un descuido de los carceleros, varios compañeros le trataron de limpiar las heridas y cortar el cabello con un cortauñas. Uno de los presentes logra que un militar le regale un huevo crudo, que vierten en la boca del artista. Allí, relatan que Jara expresó: “Ahora mi corazón late como campana”.

En medio del caos, lamentos y malheridos, Jara consigue un trozo de papel y escribe su último poema: “Canto que mal que sales cuando tengo que cantar espanto. Espanto como el que vivo, espanto como el que muero”.

Horas después, Jara fue llevado a una de las habitaciones de los camerines del estadio. Allí le partieron las manos a pisotones y culatazos, lo golpearon y abofetearon. En ese estado, le obligan a tocar guitarra, acción que no puede ejecutar por lo que recibe burlas de los militares. “¡Cantante marxista, comunista, conchadetumadre, cantor de mierda!”, le gritaron.

Entre los agresores, quien más lo insultó fue Dimter Bianchi, apodado “El Príncipe”. Entre todos, y en medio de burlas, comenzaron a jugar a la ruleta rusa con Jara hasta que un proyectil le atravesó el cráneo, matándolo y tumbándolo al piso. En ese momento, “El Príncipe” ordenó que lo acribillaran, y así le propinaron decenas de tiros.

En la madrugada del 16 de septiembre, vecinos de una localidad cercana al cementerio, consiguen seis cuerpos entre los que se encontraba el de Jara y Quiroga.

Jofré González, Dimter Bianchi, Haase Mazzei, Bethe Wulf, Jara Quintana y Chacón Soto – quien se quitó la vida luego de darse a conocer la sentencia- dijeron a los tribunales que eran inocentes. Sin embargo, según las pruebas y testimonios, los ahora exmilitares son responsables directos de la muerte de Jara y de Quiroga. En cuanto a Melo Silva, las pruebas recabadas lo implican como agente encubridor, por no denunciar, ni dar inicio a un proceso judicial por los secuestros y asesinatos que presenció.

Desde 1978, los hoy condenados vivían en libertad bajo el paraguas de la Ley de Amnistía o Decreto Ley n° 2191, redactado ese año por Mónica Madariaga, ex ministra de Justicia de la dictadura. Este marco legal concedió amnistía a todos autores, involucrados y cómplices de delitos de lesa humanidad ejecutados por el régimen, e incluso a aquellos condenados por crímenes comunes.

Esta ley, que se extendió por dos décadas, fue el principal obstáculo para que el aparato de justicia pudiera condenar con anterioridad a excolaboradores del régimen fascista. Sin embargo, en 1998 la Corte Suprema de Justicia de ese país resolvió que sí se podían procesar a violadores de derechos humanos.

Una vida comprometida

Desde niño Jara conoció la injusticia social y la miseria. Sus padres (Manuel Jara y Amanda Martínez) eran humildes campesinos que trabajaban duramente las tierras que no eran de su propiedad, en un sistema de servidumbre casi feudal. “Cuando comíamos carne era una fiesta. No sabía por qué, después supe”, dijo el artista en 1971 a una revista local. Este panorama marcó para siempre su vida, y lo llevó a convertirse en un fiel luchador contra la explotación propia del capitalismo.

“Nunca estuve ajeno al quehacer político. Cuando escuchaba algún discurso me sentía identificado con las luchas que en ellos se planteaban. Venía de un hogar de campesinos, esas vivencias y el poder apreciar de cerca las injusticias y miserias que existían me empujaban a definirme”, dijo en 1971, según cita un medio español.

Jara estudió actuación y dirección de teatro, áreas en las que obtuvo mucho reconocimiento tanto en Chile como en el exterior. En 1957 ingresó al grupo nacional Cucumén – en donde conoció a Violeta Parra- y en 1959 dirigió su primera obra de teatro “Parecido a la Felicidad” de su amigo y dramaturgo Alejandro Sieveking. En 1961 grabó su primer tema “Paloma quiero contarte” y en 1966 su primer disco como solista “Víctor Jara”, al que siguieron “Pongo en tus manos abiertas” (1969), “Canto Libre” (1970) y “El Derecho a Vivir en Paz” (1971) y su legendario “La Población” (1972). En 1969 ganó el Festival de la Nueva Canción Chilena con “Plegaria a un labrador”, himno que invita a la unidad en la lucha campesina.

En 1970, la coalición de izquierda Unidad Popular (UP) lanza como candidato presidencial a Salvador Allende, médico cirujano, marxista y representante de las clases populares de Chile, abanderado que Jara decide apoyar abiertamente. En ese momento, el cantautor, junto a otros compañeros y el compositor Sergio Ortega, escriben el tema “Venceremos”, cuya letra invita al pueblo a apoyar el proyecto socialista de UP.

Para aquella oportunidad, Jara comenzó a montar recitales que se convertían en espacios de adhesión de nuevos luchadores y votantes de Allende. Durante sus últimos años, y tras el triunfo de Allende, el cantante trabajó para que el nuevo gobierno socialista tuviera éxito. Sin embargo, la radicalización política, promovida por la ultraderecha y medios de comunicación tutelados por Washington, provocó inestabilidad en el país los primeros meses de 1973, lo que condujo a varias semanas de impasses, desacuerdo y enfrentamientos violentos en las calles, preámbulos a intentos de socavar al sistema que favorecía a los más desposeídos.

En medio de la agudización de la crisis inducida, la ultraderecha se reorganiza dentro de la Fuerza Armada y asesta su fatídico golpe el 11 de septiembre, último día que Joan Turner de Jara, esposa del cantautor, lo vió con vida.

El verso de Jara ha sido impronta en varias generaciones de cantantes, artistas y luchadores latinoamericanos que realzan su legado contra la amenaza que significa el avance del neofascismo en la región.

“Tomas tu manos, toma tus dedos, te las devuelven las gallá. Cántale Víctor, cántale al pueblo, que se alza la llamarada. Dispará, dispará, chileno dispará. Dispará, dispará, dispará por América, dispará”, escribió en 1974 el cantautor venezolano Alí Primera en “Canción para los Valientes”, tema y álbum dedicado a los luchadores nuestroamericanos Salvador Allende y a Víctor Jara.

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