OEA, el cadáver político que EEUU usa para recrudecer ataques contra la región

En el sitio web de la Organización de Estados Americanos (OEA) se lee que entre sus propósitos están los de “afianzar la paz y la seguridad del Continente”, “prevenir las posible causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de las controversias que surjan entre los Estados Miembros” y “procurar la solución de los problemas políticos, jurídicos y económicos que se susciten entre el los miembros”.

Sin embargo, el verdadero objetivo de dicha instancia dista mucho de eso y sus acciones así lo han demostrado. Desde su nacimiento, en 1948, la OEA ha servido como un brazo ejecutor de políticas injerencistas de Estados Unidos (EEUU) para mantener el poder en la región.

Un artículo publicado en 2009 en el diario Granma, el periódico oficial de Cuba, expone las razones por las que la isla no está interesada en reingresar a la OEA, instancia de donde fue expulsada en 1962 tras el triunfo de la Revolución Cubana. En el escrito – que respondía a una discusión generada en la 39° Asamblea General ante una propuesta de readmisión del país caribeño-, La Habana refiere el prontuario de dicho ente.

“En cuanto a Cuba, no necesita de la OEA. No la quiere ni reformada. Nunca retornaremos a ese vetusto caserón de Washington, testigo de tantas vergüenzas compradas y tantas humillaciones”, reza el texto.

“La OEA – catalogada por La Habana de “cadáver político”- contempló los golpes de Estado patrocinados por el gobierno de EEUU en Uruguay, Argentina y Chile. Calló ante la muerte de Salvador Allende, ante el asesinato y desaparición forzosa de decenas de miles de sudamericanos durante la tenebrosa Operación Cóndor”, recuerda Cuba en el artículo.

“Sin la OEA, EEUU perdería uno de sus principales instrumentos político-jurídicos de control hegemónico sobre el hemisferio occidental”, agrega.

Asomó el gobierno cubano que “antes de ingresar a la OEA, primero se unirá el Mar del Norte con el Mar del Sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila”.

Omisión que tributa a EEUU

El breve pero contundente escrito del gobierno cubano tocó puntos álgidos y claves del papel que ha jugado la OEA en la región desde su creación.

Antes de la llegada de la Revolución Cubana, la referida organización ya había respaldado a las dictaduras de Fulgencio Batista en Cuba (1952-1959) y Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989). También le dio el visto bueno a regímenes genocidas como los de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana (1942-1952), Anastasio Somoza en Nicaragua (1937-1956), y François Duvalier en Haití (1957-1971).

Como alertó Cuba, la OEA convocó a la Carta Democrática contra el proceso revolucionario en la isla pero hizo silencio – e incluso alentó- a las dictaduras de Augusto Pinochet, en Chile (1973-1990) y de Jorge Rafael Videla en Argentina (1976-1981); así como al régimen cívico-militar de Uruguay (1973-1985).

Años después, la OEA respaldó los golpes de Estado blandos contra Manuel Zelaya (Honduras, 2009), Fernando Lugo (Paraguay, 2012) y Dilma Rousseff (Brasil, 2016). También llegó a jugar un papel activo en el golpe contra Evo Morales (Bolivia, 2019) y no actuó para revertir el golpe parlamentario contra Pedro Castillo (Perú, 2022).

Venezuela digna sin OEA

También, la OEA fue la plataforma del imperialismo continental para intentar dar al traste con el Gobierno Bolivariano, cuando era liderado por el comandante Hugo Chávez (1998-2013), quien no dudó en denunciar al organismo como el instrumento hegemónico de Washington, que posteriormente fue perdiendo fuerza ante el auge de gobiernos progresistas en la región.

“La OEA se debilita, claro, porque ahí está el imperio. Estados Unidos siempre ha visto a la OEA como si fuera, dijo un canciller cubano en una época, el ministerio de las colonias, de Estados, ellos quieren es imponer ahí su voluntad, pero aquí no, aquí nadie viene a imponer nada”, llegó a decir el líder Bolivariano en 2010.

Ante esto, Chávez promovió una verdadera integración regional y abogó por la conformación de instancias que priorizaran la solidaridad y cooperación sin la participación de EEUU y Canadá. Bajo estos principios el líder socialista sentó las bases para la constitución de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), entre otros.

Del mismo modo, la OEA omitió todas las violaciones de Derechos Humanos cometidas por los líderes de la ultraderecha venezolana en las acciones violentas de calle en 2014 y 2017. Por el contrario y desde dicho espacio, EEUU y sus gobiernos aliados alentaron esas supuestas “protestas” (en las que grupos fascistas llegaron a asesinar y quemar a personas por ‘parecer chavistas’) y acusaron, sin pruebas y con motivaciones políticas, al gobierno de Nicolás Maduro de “crímenes de lesa humanidad”. Con este argumento pretendían aplicar a Venezuela la Carta Democrática para socavar a la Revolución Bolivariana.

Desde el 2017, y bajo la llegada del oprobioso y ultraderechista Luis Almagro a la secretaría general del organismo, la OEA pasó a ser el centro de ataque injerencista imperial contra Caracas, razones suficientes para que el presidente Maduro llegara a anunciar su salida de dicho bloque ese mismo año.

La medida, que entró en vigor en 2019, “se ajusta de manera soberana a los postulados históricos y doctrinales de nuestro proceso independentista bolivariano”, llegó a expresar el mandatario venezolano.

La postura de Almagro contra Venezuela violaba constantemente uno de los principios de la Carta Fundacional de la OEA, que reza expresamente: “Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. El principio anterior excluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen”.

Nicaragua dijo basta a la injerencia

Un año después de la decisión de Venezuela de abandonar a la OEA, el imperialismo arreció sus ataques contra el gobierno sandinista de Nicaragua. A este país centroamericano, le aplicaron la misma receta de protestas violentas en las calles durante meses en la que se registraron cientos de muertos, lo que sirvió para acusar al mandatario Daniel Ortega, y a la vicepresidenta de ese país, Rosario Murillo; de ser supuestos “violadores de derechos humanos”.

Siguiendo esta línea, el imperialismo promovió una resolución en la OEA en octubre de 2021 que cuestionaba de antemano los resultados de las elecciones presidenciales del 7 de noviembre. Esto motivó al gobierno sandinista a seguir el camino de dignidad que tomó Venezuela en 2017 y anunció su separación total de dicho ente, partida que entra en vigencia el próximo 19 de noviembre.

Ante la soberana decisión de Managua, el Consejo Permanente emitió un comunicado en el que todavía lanza amenazas injerencistas en contra de la nación centroamericana. “Nicaragua sigue obligada a respetar todos los derechos humanos reflejados en las normas consuetudinarias (…) en las convenciones multilaterales” de las que forma parte y “los derivados de principios generales del derecho internacional», se lee en el texto. De igual forma, advierte a Ortega que la OEA “continuará prestando especial atención” a la situación en Nicaragua.

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