Kissinger, el genocida impune artífice del Plan Cóndor

En las esferas de poder de Estados Unidos hacen vida asesores políticos de enorme influencia, capaces de mover los hilos desde las sombras y hacer parecer a los presidentes una simple figura formal. Uno de estos casos fue Henry Kissinger, político y estratega que falleció este 29 de noviembre a los 100 años de los que 50 fueron dedicados a manejar a varios presidentes de ese país, dejando tras de sí un abultado prontuario de violación de derechos humanos.

Heinz Alfred Kissinger nació en Alemania el 27 de mayo de 1923. Huyendo de la persecución judía por parte de los nazis, la familia del futuro político llega a Nueva York. Luego de culminar la secundaria, y con el alemán como idioma natal, Henry – como se le llamó luego- se enlistó en el ejército para prestar servicios de espionaje para Washington en Alemania, durante la II Guerra Mundial. Terminado el conflicto, se instala en la zona alemana dominada por el país norteamericano en donde prosigue su papel de espía.

Posteriormente, de regresó a EEUU, se graduó con honores en la Universidad de Harvard en Ciencias Políticas, luego realizó una maestría en Ciencias Políticas en la misma casa de estudios. Su aguda inteligencia y su alta capacidad de planificación le llevaron a asumir el programa estatal de estudios de defensa de Harvard, diseñado para asesorar a los principales políticos y militares del país. Además, desde ese lugar se desempeñó como asesor para varios políticos y organismos estatales.

El presidente republicano Richard Nixon no dudó en contratar al joven Doctor K (como se le conoció luego) para que estuviera al frente del Consejo de Seguridad Nacional en 1968, desde donde intentó, supuestamente, poner freno a la invasión de Vietnam. EEUU redujo así la presencia militar, pero incrementó los bombardeos. Kissinger tuvo un rol clave en ello. La consecuencia fue extender la militarización del sudeste asiático, reseña Página12.

Para acabar con Vietnam del Norte, Kissinger ordenó el brutal bombardeo en Camboya, que servía de ruta para abastecer al Vietcong. Doctor K transmitió las palabras de Nixon a su asistente militar: “bombardeo masivo de Camboya, todo lo que vuele sobre todo lo que se mueva”. La instrucción dejó a 150.000 camboyanos asesinados, y además fue carburante para la reorganización de los Jemeres Rojos, grupo que luego tomó el poder e instauró un régimen sangriento que asesinó a casi dos millones de personas.

“Dos destacados estudiosos de Camboya, Owen Taylor y Ben Kiernan, señalan que cuando comenzaron los intensos bombardeos estadounidenses sobre la Camboya rural, los Jemeres Rojos eran un pequeño grupo de unos 10.000 efectivos. En pocos años, los Jemeres Rojos, se había convertido en un enorme ejército de unos 200.000 hombres, profundamente amargados y en busca de venganza. Su propaganda de reclutamiento hizo hincapié en los bombardeos de EEUU. Los archivos del Pentágono revelan que el tonelaje de las bombas lanzadas sobre la Camboya rural fue aproximadamente el mismo que el total de los bombardeos estadounidenses en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, y por supuesto mucho más intenso. Pero seguramente no fue el único factor”, llegó a explicar el analista, politólogo y pensador de EEUU, Noam Chomsky sobre este tema, citado por CTXT.

Un escenario similar atravesó Laos, país vecino de Vietnam, en donde, luego de la invasión de EEUU – tutelado por Kissinger- ningún edificio quedó en pie.

A pesar de todas estas intervenciones mortíferas – que dejó a miles de civiles muertos-, Kissinger se llevó el Premio Nobel de la Paz, cuyo jurado omitió estos crímenes de lesa humanidad y solo valoró las negociaciones de paz que el consejero promovió entre las partes beligerantes, lo que comprometió el presunto prestigio de este galardón.

El legado más oscuro que dejó Kissinger a los pueblos de Latinoamérica fue el Plan Cóndor, una estrategia que consistió en promover en la región a dictadores ultraderechistas que rayaban en el neofascismo y que mataron a miles de personas bajo el pretexto de frenar el avance de la izquierda.

Así, Doctor K fue el principal ideólogo de intervenciones y operaciones de injerencia desde la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Escuela de las Américas que asestaron golpes militares en Argentina (1973), Uruguay (1973), Argentina (1976), que se unieron a las dictaduras ultraderechistas de Paraguay (1954), Brasil (1964) y Bolivia (1971).

De esta lista, el caso de Chile fue uno de los más brutales. Kissinger, la CIA y el Departamento de Estado promovieron un golpe de estado el 11 de septiembre de 1973 que depuso al gobierno socialista de Salvador Allende, líder de izquierda que instauró un sistema socialista a favor de los más pobres.

Kissinger, fiel a su jefe Nixon, sostuvo la postura del mandatario con estas palabras: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”. Este afán de EEUU, que provino de su consejero y Presidente, le costó al pueblo de chile 40.000 muertos, desaparecidos y torturados.

En total, el régimen de terror que generó el Premio Nobel de 1973 dejó 50.000 muertos, 30.000 desaparecidos y 400.000 encarcelados.

Entre sus proyectos también están haber truncado la autodeterminación de la República Árabe Saharaui Democrática, al apoyar a Marruecos; y haber promovido el injerencismo para frenar al “comunismo” en varios países como Nicaragua, Angola y Timor Oriental. Además, documentos desclasificados dan prueba de que Doctor K estuvo al tanto de la masacre Tlatelolco de 1968 en México y de la constante injerencia de EEUU sobre Centroamérica, además del reconocimiento abierto al estado sionista y genocida de Israel.

A finales de los años 70, Kissinger pasa a la actividad de asesoría privada y desde entonces la élite de Washington y medios masivos comenzaron a romantizar su imagen y presentarlo como un actor político “eficaz” y “acertado”.

En agosto de 2001, como respuesta al requerimiento del juez español Baltasar Garzón para que el exsecretario de Estado de Nixon y Ford declarara ante los tribunales internacionales por su participación en las dictaduras latinoamericanas, el gobierno de George W. Bush emitió un comunicado protestando. “Es injusto y ridículo que un distinguido servidor de este país sea acosado por cortes extranjeras. El peligro de la Corte Penal Internacional es que un día los ciudadanos estadounidenses puedan ser arrestados en el extranjero por motivaciones políticas, como en este caso”, dijo aquel entonces el exmandatario citado por Jorge Majfud en su libro La frontera salvaje.

Sobre conflictos recientes, Kissinger se mostró abiertamente a favor de que Ucrania formase parte de la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sin importar que dicha adhesión podría elevar el actual conflicto con Rusia a otro nivel.

En 1968, cuando aún era un desconocido profesor de Harvard, Kissinger ya había vislumbrado y resumido toda su filosofía imperialista: “Existen dos tipos de realistas: aquellos que manipulan los hechos y aquellos que los crean; Occidente necesita hombres capaces de crear su propia realidad”.

Luego de dejar miles de desaparecidos, muertos, torturados, lesionados, así como haber frustrado las legítimas aspiraciones de autodeterminación de pueblos enteros, Kissinger murió impune en su cama y se ha convertido en una referencia legendaria de la ultraderecha mundial.

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