Capitalismo del desastre: práctica neocolonial causa tragedia en Hawái

Está más que comprobado que el capitalismo es el enemigo número uno de la humanidad. Este sistema, que opera en casi todo el planeta, concentra en pocas manos los recursos naturales necesarios para la vida. Destruye economías, sociedades, e incluso ecosistemas naturales, tal y como ha pasado en Hawái, un estado insular de Estados Unidos (EEUU) localizado en el Pacífico.

En días recientes, este estado ha sido víctima de fuertes incendios que han dejado a más de 100 muertos y 1.000 desaparecidos en la isla Maui, que forma parte de la entidad. Las mortíferas llamas destruyeron la histórica ciudad de Lahaina, ubicada al extremo occidente, antigua capital del Reino de Hawái entre 1820 y 1845. La catástrofe ha sido tal que ya las autoridades consideran el incendio como el más mortífero en más de medio siglo.

Los grandes medios de comunicación y agencias informativas han realizado cobertura de la calamidad. Sin embargo, solo se han limitado a reportar los hechos con distanciamiento e incluso a repetir teorías de las posibles causas del incendio. No se han dedicado en ahondar y denunciar las condiciones que hicieron que el fuego fuese aun más destructivo.

Aunque varios de ellos mencionan que la falta de agua en la región ha sido catalizador para el fuego, no explican cuál es la raíz de la sequía que experimenta la zona desde hace años.

La activista y profesora de derecho en la Universidad de Hawái, Kapuaʻala Sproat; y la periodista canadiense Naomi Klein alertan que los grandes terratenientes (agrupadas en familias descendientes de colonos) han acaparado el agua durante años para destinarla a la siembra de caña de azúcar y piña, y muchas veces redireccionarla a hoteles y residencias de lujos, en detrimento de las poblaciones locales, constituida mayormente por pueblos aborígenes.

“Hay muchas personas que dirían que el agua dulce es nuestro recurso más importante. Y es lo que permitió a nuestra gente no solo sobrevivir, sino realmente prosperar en Hawái durante más de un milenio”, dice Sproat, residente de la isla, en una entrevista para Democracy Now.

En la conversación, refiere que Maui era conocida como la Venecia del Pacífico, por sus enormes reservas de agua. “En este momento, Lahaina se ha secado y es casi como un área desértica seca”, condición propicia para la rápida propagación del fuego.

“Parte de la razón de esta extraordinaria tragedia en Maui Komohana, o en el oeste de Maui, también se debe a que ha habido más de un siglo de mala gestión del agua de las plantaciones en este área. Es por las políticas extractivas de este recurso”, agrega.

“Donde había agua en la tierra, ahora hay hierbas invasoras. Eso es lo que creó el yesquero y esta desafortunada situación del trágico incendio que tuvo lugar a principios de este mes”, añade en la entrevista.

Foto: Zuma PRESS

Capitalismo del desastre

Por otra parte, Sproat también denuncia que estas firmas poderosas – que manejan grandes empresas inmobiliarias y de hoteles- se han dedicado, en medio de la tragedia a actuar bajo lo que ella denominó “capitalismo de desastre”, que no es más que el aprovechamiento de la angustia para expulsar a los pueblos originarios de sus tierras. Estas corporaciones ofrecen a los locales precios ínfimos por los restos de sus viviendas que son aceptados bajo la desesperación. Luego, en estos espacios son construidos hoteles y casas de turismo de lujo para la explotación privada.

“Cuando hablamos de tierras ancestrales y nuestra conexión con el lugar, hablamos de generaciones y cientos de años (…) Y son algunos de estos miembros de la comunidad quienes están recibiendo ofertas por sus casas en este momento tan difícil”, dice la profesora.

En el escrito en The Guardian, Sproat y Kleim explican que no es la primera vez en la historia reciente que las grandes empresas del capitalismo se aprovechan de un desastre para asociarse a los gobiernos locales y promover proyectos privatizadores. “El capitalismo del desastre consiste en una táctica trillada de explotar momentos de trauma colectiva extrema para impulsar rápidamente leyes impopulares que benefician a una pequeña élite”, se cita en el texto.

Algo similar sucedió en Nueva Orleans luego del paso del potente huracán Katrina en 2005. Tras el ciclón, que devastó a varias escuelas públicas comenzaron multiplicarse instituciones privadas, amparadas en un decreto de emergencia. También, en aquella oportunidad se demolieron restos de viviendas públicas en sitios en los que ahora hay casas más suntuosas, construidas por entes privados.

Igualmente pasó en Sri Lanka y Tailandia, países afectados por un fuerte tsunami en 2004. Allí, los promotores inmobiliarios se apoderaron de costosos terrenos frente al mar, que antes eran administradas por pescadores y pobladores locales, quienes terminaron viviendo en casas de acogida. Con esta misma suerte corrió la generación y distribución eléctrica en Puerto Rico luego del paso del huracán María en 2017. Ahora estas tareas están en manos de privadas, en medio de un creciente descontento, fuertes apagones y altas tarifas.

Algunos activistas originarios de Hawái consideran estas desleales prácticas como una forma de neocolonialismo. Las condenan tan igual como el antiguo colonialismo que legó el extractivismo depredador y una enorme desigualdad en una población que vive casi exclusivamente del turismo, manejado a su vez por otras corporaciones privadas.

Entre las empresas devoradoras de recursos de la isla están West Maui Land (WML) y sus subsidiarias, Kaanapali Land Management y Maui Land and Pineapple, que se han dedicado durante décadas a acaparar tierras agrícolas (con grandes reservas de agua) y a construir casas de lujo para la clase media, alta y turistas en zonas de antiguos cultivos.

“Mucho después de que las plantaciones originales cerraran, la infraestructura y la dinámica del robo de agua permanecieron. Hoy en día, muchas comunidades nativas de Hawái (…) siguen sin acceso al agua para sus necesidades básicas, como beber, lavar ropa y riego de cultivos tradicionales”, denuncian Sproat y Kleim en The Guardian.

Foto: Cortesía Kevyn Foley

Victoria derogada

Desde hace treinta años, los pueblos indígenas, junto con estudiantes y demás lugareños unieron esfuerzos para blindar el acceso al agua potable. Así, en junio del 2022 – cuentan las activistas- conquistaron una victoria ante la Comisión de Gestión de Recursos Hídricos del Departamento de Tierras y Recursos Naturales de Hawái que dictaminó que se debía establecer un control público para el acceso al vital líquido, por encima de los intereses privados, lo que beneficiaría a los nativos.

Sin embargo, debido al voraz incendio registrado a principios de agosto, esta medida quedó derogada por un decreto de emergencia dictado por el gobernador de Hawái, Josh Green. WML se quejó por los procesos de designación sobre el agua e incluso llegó a culpar al subdirector de la comisión, Kaleo Manuel, a quien responsabilizaron de los incendios y destituyeron de su cargo de forma arbitraria.

“Este es un caso clásico del capitalismo de desastre más cobarde: un pequeño grupo de élite que utiliza una profunda tragedia humana como ventana para hacer retroceder una victoria popular ganada con tanto esfuerzo por los derechos del agua, mientras destituye a los funcionarios públicos que representan un inconveniente político para los beneficios de su agenda”, se lee en el reportaje. Ambas escritoras recalcan que las condiciones de sequía causadas por siglos de colonialismo es la principal causa del devorador fuego.

Dicen que, a pesar de las dolorosas pérdidas de vidas y materiales, el pueblo local de Maui está consiente de su pasado colonial y de los actuales retos que representa el neocolonialismo. “Los hawayanos nativos saben cuáles son sus derechos: permanecer en sus tierras ancestrales, restaurar los flujos de agua en esas tierras y garantizar que sus tradiciones indígenas prevalezcan frente a una crisis climática alimentada por el saqueo colonial”.

Mientras tanto, la mediática corporativa insiste en señalar como únicos responsables de las llamas a los fuertes vientos de un huracán cercano, a fallas eléctricas de líneas de alta tensión, al cambio climático, e incluso dicen que el número de muertos se debe a la poca “cultura” de los hawaianos para afrontar esta situación.

Foto principal: Zuma PRESS

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