Los tiroteos masivos en EEUU: la «american way of death»

En la mañana del 4 de julio, día de la independencia estadounidense, el presidente Joe Biden dijo que se debía «celebrar la bondad de nuestra nación», mientras un hombre armado en una azotea abrió fuego contra una multitud de espectadores que se reunieron para disfrutar un desfile conmemorativo en un suburbio de Chicago. Mató a siete personas e hirió a 24.

Al menos 220 personas murieron por disparos y otras 570 resultaron heridas por violencia armada en todo Estados Unidos durante el Día de la Independencia, según datos proporcionados por el Gun Violence Archive, que rastrea los tiroteos en todo el país.

Los datos muestran que el Día de la Independencia ha sido desde 2014 la festividad más sangrienta en Estados Unidos en términos de violencia armada.

El tiroteo masivo (mass shooting) en Highland Park, Illinois, trajo nueva angustia a un país ya sacudido este año por los asesinatos en institutos escolares en Uvalde, Texas, y ciudadanos negros en Buffalo, Nueva York; dos de los casos más mediáticos.

De acuerdo a un análisis de datos del Marshall Project, los tiroteos masivos (donde mueren cuatro o más personas por armas de fuego en un lugar público) se han vuelto más frecuentes en los últimos cinco años que en cualquier otra media década desde 1966.

Los tiroteos masivos representan solo una fracción del número diario de muertes por armas de fuego en Estados Unidos, donde alrededor de 124 personas mueren todos los días en otros actos de violencia con armas de fuego, de acuerdo a datos del gobierno.

Los datos corroborados por The Violence Project dictan que 31 de estas masacres ocurrieron entre 2017 y 2021, en comparación con 24 entre 2012 y 2016. Se excluyen los asesinatos que ocurren debido a violencia doméstica o en el curso de otro delito, como el robo a mano armada o el enfrentamiento entre pandillas.

Ha habido cuatro tiroteos masivos en lo que va de 2022: Highland Park, Uvalde, Buffalo y Tulsa, Oklahoma, donde un hombre armado irrumpió en el consultorio de un médico en un complejo hospitalario, matando a cuatro personas antes de quitarse la vida.

El recuento pone a 2022 al ritmo del año pasado, cuando hubo un total de seis tiroteos masivos.

A medida que los tiroteos masivos en Estados Unidos alcanzaron un récord, también lo hizo el número de muertos y heridos. De 2017 a 2021, los perpetradores mataron a 299 personas, aproximadamente un tercio más que las 221 muertes en el período de cinco años que terminó en 2016. El número de heridos fue cinco veces mayor.

Gran parte del aumento de muertes y heridos se atribuyó al tiroteo masivo más mortífero en la historia reciente de Estados Unidos, que ocurrió en 2017 en un festival musical en Las Vegas. Un hombre armado, con múltiples armas de asalto, mató a 58 víctimas. Otras 887 personas resultaron heridas, incluidas decenas de heridos en una estampida, según el The Violence Project. Pero incluso excluyendo Las Vegas, el número de muertos y heridos fue aún mayor en la última media década en comparación con los cinco años que terminaron en 2016.

El tiroteo masivo del 4 de julio fue el cuarto en menos de tres meses. En los cuatro, las personas armadas usaron armas de alto calibre. En los últimos cinco años se han utilizado armas de asalto en casi la mitad de los tiroteos masivos, en comparación con un tercio de ellos en los cinco años anteriores, de acuerdo a The Marshall Project.

Este mismo portal hace un recuento: ha habido 402 tiroteos masivos con 3 mil 590 muertos o heridos entre 1966 y 2020, con un fuerte aumento en los últimos años. Más de la mitad de estos tiroteos, 219, se desarrollaron en lugares de trabajo o en la escuela de los perpetradores.

The Gun Violence Archive, que incluye tiroteos relacionados con la actividad de pandillas, peleas callejeras o violencia doméstica, cuenta 2 mil 403 tiroteos masivos de 2017 a 2021, con 2 mil 495 muertos y 10 mil 225 heridos. Los datos de este grupo de investigación revelan un fuerte aumento en los últimos años: 692 tiroteos masivos en 2021, 66% más que el total de 417 de 2019.

Y 2022 está en camino de ser uno de los años más mortíferos de la historia estadounidense.

Otra organización, Everytown for Gun Safety, anota que ha habido 110 incidentes de este tipo en los últimos cinco años, en comparación con 96 de 2012 a 2016.

El FBI rastrea lo que llama «tiradores activos»: una o más personas que participan activamente en matar o intentar matar a personas en un área poblada. Esos casos casi se han duplicado desde 2017, a 61 incidentes en 2021 que dejaron 103 personas muertas y otras 140 heridas.

Un país que ha sido fundado por las armas a través de la conquista y colonización de las tierras indígenas de lo que ahora llamamos Norteamérica, que tiene por misión propia la aplicación supremacista del Destino Manifiesto, que tiene el armamento civil y el odio racial y clasista como antídotos del miedo, que tiene una cultura de veneración a las armas y que por sus propias leyes es imposible un desarme de la población, a pesar de nuevas regulaciones, parece estar destinado a destruirse desangrado.

No parece haber un parón a la situación de los tiroteos masivos en Estados Unidos. Más bien, ocurren alicientes: se trata de una sociedad a punto de explotar por la vía del saqueo económico de las élites a las mayorías pobres, la polarización política con el fenómeno Trump creando una disyuntiva ante el establishment liberal-neoconservador, la desindustrialización, los problemas sistémicos raciales, la inseguridad climática y energética nacional, la deuda de la mayor parte de la población ante las instituciones financieras, la inflación y el desempleo creciente, la depresión económica rampante desde hace años, no importa lo que digan los números de Wall Street.

En fin, Estados Unidos atraviesa una crisis existencial, que algunos analistas llaman colapso, donde la población sale perjudicada y no existe antídoto alguno para paliarla. Los tiroteos y asesinatos en masa se conjugan, de esta manera, como una representación en vivo y directo de una sociedad deprimida dispuesta a sacrificarse a sí misma por el último botín, el que contiene las migajas que el 1% deja para los demás.

La «american way of death».

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