Gualberto Ibarreto: compás 75

El consagrado cantor oriental, la voz de La Guácara y María Antonia celebra tres cuartos de siglo

Pocos artistas generan tanta emoción en el pueblo venezolano como Gualberto Ibarreto: allí a donde llega el público enloquece, y esa sensación de júbilo no disminuye con el paso del tiempo; por el contrario, se acentúa.

Exitoso como ejecutante de varios instrumentos, compositor, recopilador y cantante, arriba a sus 75 años con una discografía impresionante en su haber. Oficialmente es, desde 2011, patrimonio cultural viviente de Venezuela… Y todo empezó con la inocencia de un niño que creció rodeado de instrumentos musicales.

El Pichón de El Pilar

Sus padres, Pablo de la Cruz Ibarreto y Miguelina Barrios, se habían establecido en el pueblo de El Pilar, un rincón paradisíaco del oriente venezolano, a 15 km de Carúpano. Ahí nació, el 12 de julio de 1947, un carricito destinado a convertirse en una de las máximas figuras del canto venezolano. Era el tercer niño en ese hogar.

Hay antecedentes relacionados con la música en su familia: el abuelo se dedicaba a la construcción de instrumentos musicales y su abuela tocaba la bandola. En este ambiente era imposible que Gualberto no mostrase algún interés por la música y, de manera natural, se introdujo en un mundo que lo iba a marcar de por vida. Aunque no tuvo educación formal en este ámbito, aprendió a tocar el cuatro, la mandolina y el piano, al amparo de los músicos populares que lo rodeaban.

Durante su niñez y juventud formó parte de agrupaciones escolares como la coral de la Escuela Briceño Méndez en la que cantaba; y la Banda de la Escuela San Antonio de Padua, de la entonces joven población de El Tigre, en el estado Anzoátegui, donde tocaba la mandolina.

Si esta parte de la vida de Gualberto fuese una película, el repertorio del folclore oriental sería su banda sonora. Una vez graduado de bachiller, con su carga de canciones de salitre, con las cuerdas de los autores orientales y con las virutas del taller del abuelo, se fue a un paisaje de montañas y frailejones, donde estudiaría la carrera de economía en la Universidad de Los Andes (ULA).

A pesar de que ya tocaba hábilmente varios instrumentos, quiso la providencia que sus mejores cuerdas fuesen las vocales, y el campus académico sería el lugar en el que podría demostrarlo definitivamente.

Más armonía, menos economía

1973 fue el año. Su vozarrón de barítono resonó en la Universidad Central de Venezuela, donde quienes lo escucharon intuyeron que estaban ante una estrella, y no se equivocaron: ese mismo año, Gualberto honró su terruño y su herencia musical, al escoger Cerecita, del también sucrense Luis Mariano Rivera (autor de Canchunchú florido), para participar y ganar en el I Festival Universitario de la Canción Venezolana.

Triunfó. Sus compañeros de la Universidad de Los Andes, que fue la sede de ese primer festival, ya conocía su voz portentosa y sabían que el premio se quedaría en casa. A partir de entonces nada sería igual, ni para él, ni para el resto del país. Poco después, Gualberto era delegado estudiantil en el Departamento de Cultura, y director de la Estudiantina de esa misma universidad.

En 1975 la ULA recibió una grata visita: la cantante María Teresa Chacín, que llevaba rato en el ambiente musical, de la mano de Chelique Sarabia, se presentó allí; pero no viajaba sola, sino con dos periodistas (Aleidy Coll y Rómulo Rodríguez), amén del productor musical Kiko Contreras, quien trabajaba para el sello Promus. Poco después de ese encuentro, nuestro protagonista viajaba a Caracas para grabar su primer disco de larga duración, titulado “Gualberto Ibarreto”.

Nuevamente honró su estirpe oriental: de los 11 temas de esa placa, siete pertenecían al bardo de Canchunchú, Luis Mariano Rivera, entre ellos “La Guácara”, “El Sancocho” y “Cerecita”. Otros tres temas constituyen parte del folclore oriental y uno de ellos fue sin duda el más exitoso. “María Antonia”.

“María Antonia es como mi mujer, siempre me acompaña a donde voy: si yo vengo y no canto María Antonia, es como si no hubiera venido -, se le ha escuchado decir muchas veces a “El Pichón”. Y es que, aunque todos saben que ese tema tiene que estar en el repertorio, el público siempre lo pide con insistencia. Pensándolo bien, les falta poco para las Bodas de Oro.

El éxito del LP fue tan rotundo que se preparó un bis el mismo año: bajo el título “El cantor de la voz del pueblo” otra vez 11 temas, pero sólo 5 de Luis Mariano Rivera, entre ellos “El Guareque” y “Canchunchú Florido”. Pero en esta ocasión aparecería la prodigiosa pluma de otro compositor enorme: Enrique Hidalgo, quien aportaría “La Carta” y “Presagio”; este último un acercamiento a una faceta romántica que aún no había aparecido en su repertorio.

La voz más cotizada de Oriente

El volumen 3 de su discografía se grabó en 1976, y esta vez los temas fueron casi todos de Enrique Hidalgo y José “Pollo” Sifontes. Éste último aportó dos grandes éxitos: Quisiera, que ya era conocida por el público en voz de Rosa Virginia Chacín, y un vals no menos hermoso llamado Anhelante.

Hasta hoy, Anhelante es la canción más exitosa de Sifontes y con esos dos temas se destapa la vertiente romántica de un cantante que, hasta ahora, solo le había cantado a la tierra, a la tradición, al folclore; pero ahora sabríamos que también podía cantarle al amor.

Quienes hemos seguido el periplo de Gualberto, sabemos que en esos tres discos, y en apenas dos años, estableció las bases de su repertorio, se elevó en la preferencia de los melómanos y renovó el interés por la música del oriente del país. Esto se vio acentuado, además, por una imagen que lo identificaría por muchos años más: un sombrero de cogollo y una franela a rayas horizontales que usaba siempre que podía en sus presentaciones.

En 1976 lanza el Vol 4, en el que aparece El Garrafón, una guasa que describe las peripecias del músico parrandero que usa y abusa del alcohol. Ya había usado esta temática en su primer LP, con la canción A Cuerpo Cobarde, cuya letra dice:

A cuerpo cobarde
cómo se menea
yo cargo una pea*
que Dios me la guarde”

En la rápida evolución de su canto, incluye por primera vez un tema extranjero al atreverse con La Bikina, una especie de himno del autor mexicano Rubén Fuentes. Hasta hoy, muchos venezolanos creen que el tema es de cosecha nacional.

Al año siguiente, vuelve a los estudios y graba un nuevo vinilo en el que incluye dos temas de Simón Díaz que se incorporarían a su repertorio más exigido por el público: El negro y el catire y Cristal, este último dedicado a la miss Venezuela Cristal Montañez.

Éxito en la pantalla chica

Uno de los puntos de inflexión en la carrera de Gualberto Ibarreto se produce en 1984, cuando uno de los dos grandes grupos comunicacionales se fija en él y lo transforma en cantante romántico: a Enrique Hidalgo se suma el trabajo de un conocido productor artístico y compositor: Luis Guillermo González, quien compone el bolero No juegues con mi amor, destinado a ser el tema de una telenovela tan polémica como exitosa: Leonela.

Es una etapa en la que la balada romántica está en boga: emergen figuras como Yordano, Ilan Chester o Franco de Vita, e incluso por esos años también se ensaya incorporar a Cecilia Todd a la onda modernizadora, como ocurrió antes con Nancy Ramos o Raquel Castaños.

El éxito de Leonela exigió a la televisora realizar una segunda parte, cuyo tema principal tuvo el mismo nombre que la secuela: El ladrón de tu amor. Este tema fue un hit que aún resuena en la memoria de los venezolanos.

Ese mismo año, la disquera produjo el disco Viene la Parranda en conjunto con Serenata Guayanesa, en el que se explora lo mejor de la agrupación polifónica y el espíritu dicharachero del oriental. Gualberto vuelve a brillar con lo mejor del folclore.

Sin botella y sin garrafón

Se dice que los periodistas y los músicos bebemos demasiado. Lamentablemente detrás de muchos estereotipos se suelen esconder verdades que, exageradas o no, forman la opinión de la gente.

Mientras los estudios de economía habían quedado en segundo plano y El Pichón se dedicaba en cuerpo y alma a su carrera musical que, permítaseme el cliché, experimentaba un ascenso meteórico, crecía en él un monstruo que casi acabaría con su vida: el consumo exagerado de alcohol.

Si había alguna duda de que el pueblo venezolano lo ama, quedó completamente descartada, porque la preocupación de la gente era palpable. La gente se quedó con el alma en un hilo al saber su situación. No hace falta adentrarse en los detalles de esta dolencia, pero en los años 90 fue necesario asumir un proceso de desintoxicación que, por fortuna, dio los resultados esperados.

“Ya no se menea

ni le doy maltrato
el cuerpo a la caña

le cerró el contrato”.

Esta estrofa jubilosa forma parte de las nuevas versiones de A cuerpo cobarde, canción que, a la par de ineludible, también es, para Gualberto, una forma de declarar el triunfo sobre el flagelo del alcoholismo.

En 1993, el pueblo tuvo la enorme dicha de recibir el disco Hoy he vuelto a ser él, que precedió a un largo silencio, porque no volvió a grabar hasta 2008.

Consagración definitiva

Aunque Gualberto Ibarreto nunca dejó de estar presente en el corazón del pueblo venezolano y participaba constantemente en recitales y producciones musicales de diversa índole, como en el Foro de los 100 días, del año 2006, cuando arrancó risas, lágrimas y aplausos a la multitud, en Los Próceres, la verdad es que su mejor etapa había pasado y su disco de 2008 no tuvo ninguna repercusión.

Sin embargo, y contra todo pronóstico, aún vendrían nuevos éxitos de El Pichón. Uno de los primeros fue el nombramiento como patrimonio cultural viviente de Venezuela, título otorgado por la Asamblea Nacional, en 2011.

En 2012, Gualberto reaparece con una gira nacional y nuevos temas, de la mano de los genios de C4Trío, quienes remozaron algunos de sus mayores éxitos y le plantearon un nuevo reto: la versión en portugués de Presagio.

En estos 10 años Gualberto ha pasado por altos y bajos. En un par de ocasiones su salud se ha complicado hasta hacernos temblar. En 2015, los muchachos de C4Trío juntaron a un montón de cómplices para ofrecer una serie de conciertos en su beneficio que, sin duda, contribuyeron a que lo tengamos con nosotros mucho más tiempo.

Más recientemente, superó al covid-19, lo que dio otra muestra de su enorme fortaleza.

Hoy celebramos, junto al ladrón del amor de todos los venezolanos, que arriba a sus 75 años dando brega. El año que viene le picamos la torta por sus 50 años de carrera profesional.

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