Europa se desmorona por voluntad ajena

Que haya sido la cuna de la civilización occidental no quiere decir que mantenga un estatus de privilegio por el resto de sus días. Europa, un pequeño territorio en la periferia de Asia a finales del siglo XV, se convirtió en plataforma de imperios y potencias globales en las centurias posteriores, pero todo tiene su final.

La versión actual se arrodilla ante los pies de su copia perfeccionada al otro lado del océano Atlántico.

Los estadounidenses decidieron embarcarse en una guerra total contra el bloque multipolar, liderado por China y Rusia, y decidió militarizar ese pedazo de tierra y mares llamado Europa con el propósito de tratarlo como rehén de una estrategia lesiva a la estabilidad mundial.

Sin embargo, lo alarmante no es eso. Más bien, causa cierta sorpresa que los gobernantes europeos hayan sido tan pasivos, los «perritos simpáticos» de primer mundo, dispuestos a sacrificar a la población a un perenne huracán político, económico y social, dentro de un contexto en el que la soberanía es un chiste y todos tiemblan de fiebre por el síndrome de Estocolmo a escala continental. En Washington y Nueva York viven los victimarios fundamentales.

Un estudio de la situación actual en aquellas latitudes da cuenta del estado de degradación en que se encuentran los países que se supone marcan la pauta en Occidente. En los medios podemos constatar la decadencia europea en cámara lenta, en vivo y en directo.

Por ejemplo, una encuesta del comprador de seguros Mactavish arroja que la mayoría de las empresas de Gran Bretaña (casi dos tercios) se ven afectadas por los efectos de las sanciones contra Rusia desde el inicio de la operación militar especial en Ucrania.

De acuerdo a los datos, 71% de las empresas británicas tenían activos que se han visto directamente afectados por las medidas coercitivas contra la Federación Rusa.

Casi la mitad de ellas señalaron un aumento de los costes y la interrupción de sus líneas de producción, mientras que 44% dijo que había perdido proveedores y 42% había experimentado problemas de mano de obra.

El sector financiero es el que peor parado ha salido: 92% de las empresas del sector se han visto afectadas por las medidas de sanción debido a su exposición a activos y fondos situados en Rusia. Vaya tiro en el pie.

Pero hay más: 84% de las empresas del sector de la aviación registraron pérdidas al tener que lidiar con aviones alquilados estacionados en Rusia sin poder salir gracias a las sanciones.

El jefe de Mactavish, Bruce Hepburn, afirma que la pandemia y la guerra «han puesto de manifiesto las graves limitaciones del sector, caracterizadas por una mayor restricción de la cobertura, menos capacidad, precios más altos y más disputas».

Esta última es una conclusión a la que no quisieron llegar las autoridades de Reino Unido cuando decidieron darle todo el apoyo, a costa de su propio bienestar, a la guerra económica, financiera y comercial de Estados Unidos contra todo lo que oliera a fin de su hegemonía. Los costos son elevados, pero eso no parece importarle a quienes toman las decisiones en Londres y Bruselas.

El autogolpe energético

La economía de la Unión Europea (UE) está desmoronándose y, en consecuencia, eso implica una caída en la calidad de vida europea, que en algunos países y ciudades se ha mantenido en un alto nivel a expensas de la pobreza de los que hemos estado fuera de la influencia directa del capitalismo central. Ahora experimenta los rigores de una economía neocolonial, disminuyendo su perfil en el concierto internacional por mandato estadounidense.

Esta situación se debe sobre todo a la insistencia en cortar los suministros de energía rusa bajo sanciones. El bloqueo deja al descubierto la dependencia de Europa a la energía exportada por Rusia y las consecuencias devastadoras si esta faltara en el continente, cuestión que no parece querer remediar con el envío de armas y logística de la OTAN -el verdadero sheriff de Europa- a Ucrania.

El mismísimo Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que un corte total del suministro de gas ruso a la UE tendría efectos desastrosos para las economías de sus Estados miembros, al tiempo que se acerca el invierno glacial.

De acuerdo a las estimaciones del organismo, doce meses después de una teorética congelación total, algunos países podrían perder varios puntos porcentuales del PIB. Hungría, Italia, la República Checa y Eslovaquia serían los más afectados.

En conjunto, la UE podría perder hasta 2,7 puntos de su PIB y países como Italia podrían perder hasta 5 puntos.

Además, un estudio del Instituto de Investigación para el Empleo (IAB) de Alemania revela que la economía de ese país perderá más de 260 mil millones de euros (265 mil millones de dólares) en valor añadido para 2030 debido a las medidas coercitivas contra Rusia y los altos precios de la energía, lo que tendrá un impacto negativo para el mercado laboral.

Proyectan que el PIB ajustado por precios de Alemania será 1,7% más bajo el próximo año y habrá unas 240 mil personas menos con empleo. Se trata del país más industrializado del continente, uno de los principales motores de la economía de la UE.

Pero ahora este motor tiene enormes problemas. La revista inglesa Spectator publicó un artículo titulado «La industria alemana se paraliza», a propósito de que las exportaciones cayeron y las importaciones aumentaron por el incremento del costo de la energía (gracias a las sanciones antirrusas).

A esto hay que agregarle el hecho de que la moneda de la eurozona cayó a su nivel más bajo en 20 años frente al dólar en julio pasado. Ello ocurre ante el temor de que se avecine una recesión en la mayoría, sino todos, los países de la UE; también mientras sube el precio del gas.

Para más inri, las sanciones occidentales no permiten que el gasoducto Nord Stream funcione de manera efectiva. Una turbina de la empresa alemana Siemens no había podido llegar a Rusia por las medidas de restricción financiera y comercial. El gigante energético ruso Gazprom afirmó que esta situación afecta el suministro de gas a los países europeos.

El gas natural representa aproximadamente 25% del consumo energético de Europa y, antes de la ofensiva sancionatoria, Rusia suministraba 40%, mayormente a través de Nord Stream, que fluye bajo el mar Báltico hasta Alemania y que puede suministrar 55 mil millones de metros cúbicos de gas a la UE cada año.

A mediados de junio, Gazprom redujo el suministro de gas a través de Nord Stream a 40%, ya que Siemens no había devuelto la turbina a tiempo después de las reparaciones en Canadá, debido a las sanciones. La empresa alemana no estaba cumpliendo con sus obligaciones de reparar los motores defectuosos del gasoducto.

En julio el suministro de gas ruso descendió a su nivel más bajo, 20%. La culpa de ello, para las víctimas y los victimarios, es el «malvado señor Putin», aun cuando su crisis energética es causada por sus acciones.

Todo indica que Europa está convencida de caminar por la cornisa, satisfecha de complacer a quien la empuja a dos pasos del abismo: su mayor «socio» atlantista.

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